La región cantábrica ha sido, por su clima templado, un lugar óptimo para la ocupación humana, especialmente en los periodos más fríos de la última glaciación. Resultado de ello son numerosas cuevas que, entre el País Vasco, Cantabria y Asturias, nos ofrecen una de las manifestaciones culturales más sobresalientes de la historia de la humanidad: el arte rupestre paleolítico. Diecisiete de esas cuevas acompañan a la de Altamira en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Fue trascendental el descubrimiento en 1879 de las pinturas y grabados de la cueva de Altamira. Las increíbles pinturas allí halladas de bisontes, ciervas, caballos, mamuts, osos, cabras y otros animales realizadas con extraordinaria calidad fueron rechazados entonces
por los estudiosos del Paleolítico hasta que, dos décadas después, se descubrieran cuevas similares en Dordoña.
En la Cueva del Castillo, en una visita guiada, sentiremos la emoción encontrarnos con la presencia humana desde hace 120.000 años y con pinturas rupestres de una antigüedad de hasta hace 40.000 años.